Romance de seis cuerdas y mil ondas

Spoiler necesario como advertencia para inquisidores: en este artículo conviven, entre otros, Paco de Lucía, DJ Sylvan, Albéniz, Vangelis, Mike Oldfield y Jam & Spoon. Escrito queda.

De entre sus dos aguas, Paco de Lucía murió frente a las de la playa de Cancún. Un infarto detuvo el 26 de febrero el ritmo cardiaco de un maestro que precisamente reivindicó el ritmo por encima de la "nota limpia" y del exceso de celo técnico de los guitarristas clásicos, cuando argumentaba su forma de interpretar el Adagio del Concierto de Aranjuez.

De Lucía fue atrevido. Desde mi ignorancia y a modo de síntesis, destaco algo que refieren los entendidos: el gaditano dominó como nadie la pureza del flamenco, pero se permitió renunciar a ella para explorar la fusión con otros géneros: desde la rumba al jazz. Mi curiosidad por las anécdotas también me ha llevado a enterarme de que fue Paco de Lucía quien incorporó el cajón a la percusión flamenca. Cuando se lo trajo de Perú, nadie se atrevió a adjetivar como "flamenca" aquella caja de madera perforada en su parte posterior y de timbre parecido al que resulta de golpear el cuerpo de la guitarra.

Aun arriesgándome a que algunos puristas me acusen de hereje, proclamo que la guitarra -como casi todo instrumento clásico- penetra con facilidad, gracia y sin necesidad de preliminares, en el sonido electrónico. Destaponad los oídos decidme si los tímidos arpegios de acompañamiento de Vangelis en La petite fille de la mer no casarían con el acompañamiento y estructura de Recuerdos de La Alhambra, de Francisco Tárrega.



No entraré a buscar la piedra filosofal de quién fue el primer irreverente que se atrevió a mezclar el sonido de las seis cuerdas de la guitarra clásica (o de la acústica) con las ondas generadas por sintetizadores. Siempre habrá quien, navegando por aquí y por allá, halle una rareza experimental que rebata mi tesis. Sí me atrevo a decir que fue Mike Oldfield quien nos empezó a acostumbrar al encaje de la(s) guitarra(s) –y de buena parte de los instrumentos de cuerda del planeta– en un nuevo mundo sinfónico en el que la síntesis digital ganaría terreno. Aunque en Tubular Bells el uso del sintetizador es casi testimonial, Oldfield empezaba a avisar de que, años después, nos acabaría regalando temas como Serpent Dream, con una atmósfera ambient mucho más marcada.


Guitarras en la pista

Los géneros más bailables de la electrónica también han incorporado con gracia el sonido de la guitarra. Pero, oh sorpresa, no han sido los creadores españoles quienes más han internacionalizado el maridaje guitarra-sintetizador. Puede que, por el carácter sagrado que este país atribuye a no pocas cosas, entre nuestros músicos haya sido común pensar que la mezcla de guitarra y electrónica era equiparable a ponerle plumas de vedette al Cristo de Medinaceli.

Con todo, la electrónica es la música por excelencia en cuanto a posibilidad de experimentación. Y ahí –en el subgénero de baile– encontramos productores que se atrevieron con la mezcla de cuerdas y ondas. Lo hizo Ricardo Vázquez, alias DJ Sylvan, en 1994, con un rompepistas titulado Guitar Spell. El sonido Valencia imponía aún su reinado indiscutible antes de que la peor faceta de la Ruta del Bakalao, la que quedó asociada a noches de autovía y drogas, se acabara imponiendo al hecho cultural -sí, cultural- de que los DJ levantinos fuesen los importadores del sonido tecno del norte de Europa -escúchese Front 242-. Guitar Spell era pegadiza, vibrante y ofrecía detalles de producción finos en aquel momento. Lo de menos era que la guitarra o la  castañuela fuesen de síntesis o sampleadas. Encajaban y aportaban un color poco frecuente en la electrónica de baile.


Los hermanos Francisco y Nacho Sotomayor -este último ha llegado a colocar temas en la serie Six Feet Under y en National Geographic Asia-, firmaban, también en 1994 Calderería , bajo el alias Intro (sí, recomiendo escucharla en Beatport, porque el único vídeo existente en Youtube anda algo pasado de BPM). Los jienenses no solo colaron notas de guitarra; también se atrevieron con quejíos sampleados. Basta navegar por sus creaciones más recientes para comprobar cómo ha madurado su sonido.

Sin embargo, me atrevería a sentenciar que la osadía de Sylvan y de los hermanos Sotomayor sobrevino después y solo después de que dos productores alemanes y una cantante norteamericana de ascendencia croata reventaran las pistas de medio mundo con un hit inspirado claramente en la Leyenda, de Isaac Albéniz. Jam El Mar, el ya fallecido Mark Spoon y la deliciosa Plavka Lonich exhibían en 1993 su vena más comercial con Right in the night. Entendimos de sopetón que el disfrute colectivo del punteo de cuerda no debía quedar circunscrito al tablao o al auditorio.


El curioso Doot-doot, de Handle with Care, data de 1997. Aún guardo esperanzas de averiguar si el penoso sample vocal colocado en el break del tema es un guiño, un tributo o simplemente una inserción absurda para ganar una apuesta formulada en estado etílico. Por lo demás, un tema redondo, que adopta en tono guitarrero la exitosa y entonces reciente estructura de arpegios del 7 days and one week de B.B.E.


Otra presencia deliciosa de las seis cuerdas la encontramos en Sa Trincha, creado también  en 1997 por un dúo francés que firmó con el mismo nombre, en una clara alusión al chiringuito instalado en la ibicenca playa de Ses Salines. Incomprensiblemente, pasó sin pena ni gloria.

Los Sa Trincha no se prodigaron más allá de colaboraciones y remezclas esporádicas. El nombre del chiringuito ibicenco sigue pesando 1000 veces más que la canción de los franceses. La consecuencia directa es que para reencontrar su tema estrella (si se desconoce que hubo una versión que firmaron como XS, las iniciales de cada productor) hay que superar antes todo un suplicio: tres páginas de Youtube repletas de culos, tetas y abdominales lubricados que vibran al ritmo de alguna de las microfiestas que se organizan en ese espléndido paraje.

A pesar de que a finales de los noventa las referencias a Ibiza eran claras en títulos (Café del Mar) y videoclips (vean este tour de ATB por la isla blanca, en el que solo falta un bus turístico y el patrocinio del Gobierno autonómico), aún no había nacido el marketing en torno al sonido "balearic". De ello se encargaría, años después, Roger Shah.

Bajo el alias Sunlounger, el alemán Roger Pierre Shah nos colocó en 2007 el sello "balearic". Guitarras y atmósferas melódicas muy synthy en un "2x1": versiones chillout y ambient en el mismo LP: Another day on the terrace. Hierbas ibicencas es solo una muestra de cómo Shah incrustó –sí, con mucho filtro, reverb y delay– el sonido de las cuerdas en un estilo bailable que no requirió de muchos más artificios de producción en las bases rítmicas. Salvo en algún track concreto del LP, no me atrevo a asegurar qué guitarras son reales y cuáles producto de la emulación; los sintetizadores y plugins VST ya lograban emulaciones capaces de confundir los sentidos.


Cierro con dos guindas. La primera, obra del dúo holandés Signum. La destaco porque, tratándose de un formación que nos tenía acostumbrados a un trance uplifting y melódico cercano a los 140 BPM, descubren -gracias a Alexander Hagen, hermano de uno de los productores y responsable del sonido de la guitarra- una nueva faceta más emocional con temas como Riddles in the sand



La última se la debemos al noruego Orjan Nilsen y, desgraciadamente, al cáncer mortal de su hermano, que le inspiró esta canción en 2008. La tituló -ojo, un noruego- La Guitarra. El estilo guitarrero de Nilsen pervivió en un par o tres de remezclas y en otro tema original de corte y belleza similar que llevó por título Lovers lane. Después, la guitarra empezó a esfumarse de sus producciones. 




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